La propuesta de Pamela Castillo fuerza a la modernidad a dar un paso atrás. Esa modernidad que se “concretó” y se hizo cemento al establecer un damero reticular, e implantó una ficción de orden.
Uno de los principios de la permacultura es que “la riqueza está en los márgenes”, y siguiendo esa directriz es que el proyecto “Imaginar un futuro” indaga en las periferias urbanas, llenas de “huecos de modernidad”. La investigación en torno a formas, técnicas y materiales ancestrales se vuelve una posibilidad para activar un futuro que elude la distopía. Se trata de una invitación a subvertir el orden moderno que caracteriza como “menos civilizado” aquello que por ancestral es capaz de alterar la visión lineal del tiempo progresivo, situándose precisamente en la posibilidad de un futuro: una temporalidad torcida.
Así mismo el trabajo de Pamela Castillo bebe de las reflexiones del urbanismo feminista, que cuestiona la jerarquización del espacio público, y su transferencia y reflejo al espacio privado. De hecho, es posible que la tajante distinción entre público y privado no sea más que una consecuencia de la distribución patriarcal del espacio, puesta en cuestión por el carácter afirmativo de la propia naturaleza, que invade y hackea las imposiciones del concreto.
El discurso de este proyecto, que es además de una web, un proyecto pedagógico y una serie de intervenciones del espacio público, no debe ser leído en clave ecologista o en alianza con el capitalismo verde, sino desde una perspectiva crítica que busca transformar los modos occidentales de colonizar el espacio, que establece diferencias y jerarquías en forma de binomios: entre privado y público, entre dentro y fuera, entre centro y periferia.
En definitiva, el proyecto de Pamela Castillo es una invitación a pensar el habitar a partir de una perspectiva material, que incorpore desde los cimientos de nuestra subjetividad hasta los modos en los que nos organizamos comunalmente.